Del Caos al Orden

 El universo nos muestra constantemente que el caos es un proceso natural de la vida. Es una ley básica de la expansión: cuando hay expansión, hay caos. El caos es, en cierta manera, algo nuevo; un descubrimiento, una experiencia sobre la que no se tienen conocimientos previos o solo hay ideas sueltas.

Por ende, cuando esa idea se empieza a manifestar en un plano físico —es decir, cuando como ser humano estás en un lugar nuevo o viviendo experiencias nuevas—, ahí es donde el caos se presenta.

Le decimos “caos” porque es información desordenada para la vida, donde no se tiene el control de cómo responder frente a esa nueva expansión. Podés tener una suposición de cómo resolver, pero no hay certeza de que funcione. Lo único que queda es vivir esa experiencia de expansión, encontrándote en el centro del caos y poniendo orden a lo que vas viviendo.

El orden aparece cuando, en primera instancia, se reconoce el caos, porque si no sabés que estás en caos, en desorden o en desequilibrio, no tenés la conciencia para aplicar un orden.

Es como si te mostrara un objeto nuevo y te dijera: “Andá, decime cómo se llama esto”, y vos no tenés experiencia sobre su nombre, solo podés suponer cómo se llamará. Así, muy metafóricamente, podemos llevar este ejemplo a la vida: cuando querés hacer un gran cambio o tomar decisiones que implican generar caos.

Entonces, generar caos en una vida que está en estado de comodidad y confort genera miedo. Miedo a no darte cuenta de que estás en medio de un caos físico, mental o emocional, buscando una solución sin saber por dónde empezar.

El reconocimiento del caos, en una etapa interna, va a generar la búsqueda del orden. Y esa búsqueda conlleva el desafío de decidir poner orden al caos. Porque el simple hecho de reconocerlo no significa que se solucione por completo. Decidir comenzar a ordenar —de a poco, en su tiempo, por prioridad— implica elegir qué es más importante ahora, qué es más simple.

Estratégicamente, si comenzás a ordenar tu caos interno por situaciones sencillas, cuando llegues a emociones más difíciles o con más sufrimiento, ya vas a tener un mínimo de experiencia para seguir ordenando.

Un ejemplo para aportar claridad: te das cuenta de que tenés pensamientos de queja constante o que considerás negativos. Para ordenar este caos mental, donde generás estados anímicos bajos por la carga que tienen los pensamientos, podrías comenzar por dejar de consumir información que nutra esa negatividad: televisión, redes sociales, vínculos, relaciones tóxicas.

Empezar con un orden externo que facilite un orden interno.
(El camino puede ser inverso; esto es solo un ejemplo, porque cada persona tiene una forma distinta de asimilar la información).

Así, la mente deja de estar en constante contacto con lo negativo.

Un siguiente paso para ese orden mental sería el orden emocional y de creencias, porque detrás de todo pensamiento hay una creencia que lo sostiene, y una emoción que le da intensidad.

Ahí es cuando se recurre a terapias, psicólogos, ayuda externa… para ordenar lo más interno.

En esta ocasión, la invitación es que reconozcas en qué caos te encontrás.
¿En dónde estás desordenado o desequilibrado?

A partir de esa toma de conciencia, podés comenzar a elegir ordenar.
Orden desde lo interno hacia lo externo, o viceversa, según cómo te sientas más cómodo o sea más simple para vos.

No te quedes solo en la etapa de reconocimiento sabiendo dónde estás parado justo ahora:
podés elegir moverte de ese caos, decidiendo conscientemente cómo continuar. Estoy aqui para acompañarte. Damián Romero.

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